
Desde hace tres años, en el cementerio londinense de Highgate se oye por las
noches una risa atronadora que hiela la sangre a los vigilantes. Atraído por el
caso, nuestro Iker Jiménez hizo noche entre las lápidas y localizó el origen de
las carcajadas: salen de la tumba del más ilustre de los inquilinos de Highgate:
Karl Marx.
Marx ha vuelto, como se titula el último libro de Daniel Bensaïd,
que viene a decirnos lo que muchos ya sospechábamos: que el pensador de Tréveris
está más vivo que nunca, y la quiebra del capitalismo nos lleva a revisar su
obra, donde ya se anticipaban crisis como esta. No estaba muerto, ni de
parranda, ni tampoco es otro zombi. Más bien lo enterraron vivo, prematuramente,
y ahora, cuando el capitalismo global degrada por igual el planeta, las
condiciones de vida y su propia supervivencia, está de vuelta. En las librerías
se multiplican las ediciones resumidas de El Capital, y todo tipo de
títulos que actualizan su obra, al tiempo que cada vez más gente emplea términos
proscritos del lenguaje político durante demasiados años en los que decir “lucha
de clases” te hacía pasar por trasnochado.
Como sus sepultureros sabían que no estaba muerto, se ocuparon de echar sobre
su tumba varias capas de hormigón, en forma de tópicos difamantes para que nadie
se acercase a su tumba, no sea que le oyesen removerse en el ataúd. Ya conocen
esos tópicos, pues hemos crecido con ellos: el marxismo pasó a la historia,
fracasó como sistema político, llevó miseria y terror a millones de personas, es
incompatible con la libertad y la democracia, reduce todo lo humano a cuestiones
económicas, ya no hay lucha de clases ni tampoco clase obrera, creó monstruos
como Stalin…
A refutar una por una todas esas críticas y devolver toda su frescura al
marxismo original se dedica un libro formidable cuyo título ya es una
declaración: Por qué Marx tenía razón, de Terry Eagleton, que además
funciona como introducción asequible al pensador que mejor comprendió el
funcionamiento de ese mismo capitalismo que hoy intenta refundarse a nuestra
costa. Léanlo, y rían con él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario